Por Ramón Morales (*)

 

Hace unos meses escribí una reflexión sobre la migración y el rumbo que estaba tomando el discurso político, mediático y social sobre el fenómeno migratorio en el Archipiélago durante el último año.

Elegí como título ‘Rehumanicemos nuestra mirada’, porque ya entonces empezaban a germinar ciertas manifestaciones y conductas xenófobas, tanto por parte de la ciudadanía como de algunos representantes públicos, agravando aún más el clima de crispación.

He querido retomar esta idea y volver a hacer hincapié en la importancia de la mirada y la forma en la que analizamos y juzgamos la situación de cientos de personas que arriesgan su vida en el mar, esperanzados por encontrar un futuro mejor al otro lado de la orilla.

El pasado domingo, Salvados dedicaba su programa al racismo, y Gonzo les preguntaba a los deportistas Iñaki Williams y Sitapha Savané sobre qué debía cambiar en la mirada de un blanco para ir terminando con el problema del racismo. Sin titubeos, Savané destacó que “está bien no ser racista, pero hay que ser antirracista”.

No puedo estar más de acuerdo con el deportista, porque no solo basta con rechazar el racismo, sino también hay que combatirlo, y no podemos ponernos de perfil y mostrarnos impasibles ante situaciones como las que, lamentablemente, hemos tenido que presenciar en las Islas en contra de la población migrante.

Desde que soy padre, siempre he intentado inculcarle a mi hija la importancia de viajar, de conocer otras culturas, otras costumbres y tradiciones; en definitiva, otras realidades e historias diferentes a la suya, porque solo así será capaz de ver el mundo con otros ojos y ser más tolerante.

El mes pasado tuve la oportunidad de conocer, a través de la obra teatral canaria Moria, la experiencia de dos mujeres que residen temporalmente en este campamento de refugiados en la isla de Lesbos.

La trama cuenta la historia de dos refugiadas, una originaria de Afganistán, que abandonó su país tras sobrevivir a cuatro bombardeos y atentados; y otra que dejó atrás su Bagdad natal, junto a sus tres hijos, tras la desaparición de su marido.

Ambos relatos me sobrecogieron, no solo por la especial sensibilidad con la que están contados, sino porque también me acercaron e hicieron reflexionar sobre una realidad muy dura y muy diferente a la vida, más o menos acomodada, que tenemos en muchos países de occidente.

En una parte de la obra, mientras las mujeres conversan entre ellas, una le dice a la otra: ¿Por qué nos hacen esto? ¿Por qué nos tratan así? La otra le responde: Porque ellos no entienden que estamos huyendo de la muerte. Esta escena aún me retumba en la cabeza.

Creo que es indispensable que todos nos aproximemos, conozcamos y nos informemos sobre los verdaderos motivos por los que estas personas han decidido dejar todo atrás. Al fin y al cabo, solo están tratando de cambiar la dura realidad que el destino les asignó.

Como responsable público, y como senador del PSOE, me gustaría recoger el guante que nos lanzaron esta semana las organizaciones del tercer sector que participaron en la ponencia sobre migración que se celebró en la Cámara Alta, en la que instaban a la clase política a no contribuir y frenar todos aquellos mensajes que alienten el odio, el racismo o la xenofobia.

El PSOE siempre será garante de la defensa de los derechos humanos, de la igualdad y la convivencia intercultural. Por ello, seguiremos trabajando para mejorar la gestión y los sistemas de acogida en las Islas, a la vez que luchamos por que Europa reconozca la necesidad de contar con un Pacto de Asilo y Migraciones que no cargue en las regiones fronteras como Canarias toda la presión migratoria.

(*) Ramón Morales es senador del PSOE por la isla de Gran Canaria

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