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El Hierro tiene un serio problema de conservación de la naturaleza con los gatos. Están extendidos prácticamente por toda la isla, de costa a cumbre, alcanzando en algunos lugares, caso de La Dehesa o El Julan, densidades muy elevadas. Hasta hace pocos años, los cazadores contribuían al control del felino, considerado un competidor que afectaba a sus intereses cinegéticos. En la actualidad coinciden varios factores que multiplican el impacto de los gatos. Por un lado, se expiden muchas menos licencias de caza menor; por otro, distintas enfermedades han mermado las poblaciones de conejos. En consecuencia, los felinos, que cazan gran cantidad de conejos cuando éstos son abundantes, han ampliado su espectro de depredación, cazando más invertebrados, aves y reptiles endémicos. En concreto, en los espacios naturales protegidos de la isla se ha constatado la captura de jabubos (abubillas), codornices, tórtolas, alcaravanes, gallinuelas, pájaros forestales (pinzones, cabestrillos, etc.) y, sobre todo, aves marinas. Los gatos, incluidos los domésticos, son predadores muy eficientes, que cazan todos los días, aunque estén bien alimentados.

El caso de las aves marinas es dramático, porque asistimos a episodios de matanzas de pardelas en diferentes lugares de la isla (La Restinga, Tamaduste, Charco Manso, etc), incidiendo sobre todo en aves jóvenes que están a punto de emprender su primer vuelo. Por otro lado, la constante depredación de gatos y ratas impide que las aves marinas de pequeño tamaño, caso de petreles de bulwer y pardelas chicas, especies con poblaciones reducidas, puedan prosperar en la isla, al margen de los roques. Debemos ser conscientes que El Hierro y sus roques representan un santuario mundial por la diversidad y abundancia de aves marinas, con al menos siete especies criando en la isla. Pero afrontamos un dilema, esta biodiversidad es incompatible con los gatos asilvestrados. La misma disyuntiva acontece con el lagarto gigante de El Hierro: los felinos impiden la recuperación de sus poblaciones en el medio natural y condicionan la gestión de esta especie en peligro de extinción. En este sentido, la normativa ambiental europea y española es clara al respecto y cataloga al gato asilvestrado como especie invasora que es preciso controlar.

Con estos antecedentes, habría que plantearse si es buena idea crear colonias felinas en El Hierro, isla con espacios y hábitats protegidos que albergan importantes poblaciones de aves marinas. Estas colonias felinas han sido habilitadas en El Tamaduste (Valverde), Las Playas (Valverde) y La Restinga (El Pinar). Y aquí tenemos un grave problema. Instalar colonias felinas y promover la presencia de gatos sueltos amenaza la esencia de estos espacios naturales, contribuyendo a la extinción de la fauna local. Por otro lado, no es edificante contemplar grupos de gatos pululando entre los contenedores de basura, tanto en las localidades mencionadas como en Orchilla, congregaciones que pueden suscitar problemas de salubridad e higiene, son foco de enfermedades (con prevalencia de la toxoplasmosis en la isla) y generan problemas de convivencia con las personas. Las colonias felinas son modelos impulsados desde entornos urbanos, contraproducentes en territorios con una naturaleza tan espléndida y vulnerable. El método CER (captura-esterilización-retorno) promueve una acción larga en el tiempo, representa un esfuerzo económico elevado para ayuntamientos modestos y, en realidad, perpetua el número de gatos, pues siempre habrá personas propensas a soltarlos, ejemplares escapados y otros incorporados del medio natural. De hecho, durante el presente verano se ha comprobado la presencia de camadas nacidas este año, tanto en Las Playas como en La Restinga, mostrando que las colonias sin gestión adecuada promueven el aumento de felinos. Si nos parece intolerable ver cachorros de perros abandonados, ¿Por qué no pasa lo mismo con los gatos?

Una de las peculiaridades de esta maravillosa isla es que, por su tamaño, los problemas ambientales son más fáciles de detectar y abordar. Reserva de la Biosfera y con cerca del 60% de su superficie protegida, deberíamos hacer todo lo posible, obligados también por la legislación, por cuidar esta naturaleza privilegiada, evitando, al menos, emprender acciones que deterioren el medio natural. En relación con los gatos, existe una posible solución, que en realidad sería aplicar el sistema que ha funcionado con los perros. En vez de fomentar colonias abiertas, se trata capturar y acoger a los felinos en recintos donde no puedan salir, con todos los ejemplares controlados. Estas instalaciones estarían tuteladas por personal de organizaciones especializadas auxiliadas por la administración. Sólo en esas condiciones, con los gatos esterilizados recluidos en los recintos, la población descenderá en el tiempo. Al fin y al cabo, si el sistema de recogida y adopción de perros funcionó y prácticamente resulta excepcional ver perros abandonados, ¿por qué no aplicamos este sistema con los gatos? El Hierro, referente de tantas cosas, también lo podría ser respecto a la gestión de los gatos cimarrones.

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