-¡Doctor, recéteme un antidepresivo!

-Primero cambie usted sus malos hábitos.

A las 00.00 del día de hoy comenzaba con la pegada de carteles la campaña electoral 2023. El papel, la cola y el cepillo se alzaban como las primeras herramientas de los candidatos para convencer a los indecisos votantes. El cartel, cuanto más grande y alto mejor, complejo de Napoleón le llaman.

Llevo unos días reflexionando, tras escuchar, hablar y debatir con un sinfín de amistades que representan las distintas tonalidades del espectro político herreño, a excepción de las listas a los ayuntamientos, percibo que, tristemente, los sentimientos que albergan la mayoría de la población de nuestra isla, sin importar de que partido sea, son la desgana, la desilusión y el hastío, encontrándonos ante las elecciones insulares menos ilusionantes desde que tengo memoria democrática.

De cumplirse las últimas encuestas al Cabildo, indicaría que la política herreña se ha estancado, pronosticándose unos resultados similares a los del año 2019. ¿Esto qué quiere decir? Que cada partido obtendría los votos de sus más fieles seguidores, habiendo sido incapaces de convencer al votante indeciso, al votante de centro, ese que no debe lealtades a nadie y cuyo impulso es el premiar la buena gestión, el convencimiento de un programa electoral o su sintonía con los candidatos… y que candidatos.

Enfrentamientos fraternales (ideológicos y de sangre), profesionales de la política que priorizan su sillón a la unidad de sus partidos, puestos de confianza enchufados a dos meses del fin de la legislatura, consejeros más centrados en sacarse fotos que en resolver expedientes, asesores a los que les mueve el interés personal, imposición de candidatos al parlamento, “periodistas” reconvertidos que utilizan su medio como panfleto, siglas que hace mucho tiempo olvidaron sus orígenes… Pero parece que ahora nada de eso tiene importancia y, mientras los “lideres” vociferan la unidad interna como mayor arma electoral, no se dan cuenta de que el éxito no está en el número de seguidores, sino en la fuerza de sus convicciones.

Una buena amiga me dijo que este año, ante las alternativas tan desalentadoras, iba a votar por el menos malo… ¡Por el menos malo! No les puedo expresar la tristeza que me embargó al escuchar sus palabras, pues cuando lo que nos impulsa es el temor al mal, nunca estaremos en el sendero correcto para lograr el bien. A votar hay que ir convencido e ilusionado, esperanzado de que la papeleta introducida en la urna es el mejor camino para lograr la isla que merecemos.

Así que estimado lector, como una de las definiciones de locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes, este año le animo a hacer un ejercicio de introspección, analizar muy bien las opciones que hay encima de la mesa y, si no le convence ninguna o solo quiere votar en una de las urnas, le diré que este año, el que aquí escribe, va a cambiar sus hábitos en busca de la autosanación espiritual.

Fdo: Votante desilusionado.

1 comentario

Deja un comentario

Asegúrese de introducir toda la información requerida, indicada por un asterisco (*). No se permite código HTML.

Top
Utilizamos cookies para mejorar nuestro sitio web. Al continuar utilizando este sitio web, usted da su consentimiento para que se utilicen cookies. More details…